Extraído de El Mundo
TURISMO SEXUAL / EL TIMO DE LA GOMITA
«SOY MENOR, EL CONDÓN TE SALDRÁ CARO»
NATAL, ciudad europrostíbulo de Brasil, se ha convertido en una trampa para turistas confiados y ávidos de sexo. Y ya han caído en ella varios españoles: menores que se hacen pasar por mayores de edad amenazan con denunciar a sus clientes al finalizar la relación. Le sucedió a Diego
HÉCTOR MARIN. Natal (Brasil)
'No te puede proteger de la vergüenza', reza el lema de esta campaña contra el turismo sexual.
Las caricias y los besos más dulces dieron pasos a forcejeos y agresiones... Tener el orgasmo y empezar la peor de las pesadillas fue todo uno. ¡Os hemos engañado! Somos menores de edad. Paga, paga más, gringo, o entrará aquí la policía». Diego (ingeniero barcelonés de 35 años), Andrés (publicista también catalán de 29) y Gabriel (creativo publicitario madrileño de 30) pagaron. Bastante más, además, de lo que habían pactado con las cinco prostitutas brasileñas por la orgía de sexo oral que habían apañado la noche de su llegada a 150 reales (diez euros) por trozo de carne. Además, según descubrieron después, las niñas que explotaron a los explotados no eran tales, sino maromos travestis.
Los tres españoles habían llegado esa misma tarde a Natal, una ciudad del Estado de Río Grande do Norte. el más pobre de Brasil. Esta ciudad de 800.000 habitantes se ha convertido en la nueva meca brasileña del turismo sexual europeo. Su playa de Ponta Negra es, hoy por hoy, el euro-prostíbulo más selecto de suramérica. En burdeles, discotecas y los alrededores de la playa al atardecer, unas 1.500 garotas jóvenes ofrecen no sólo placer. También pesadillas. En los últimos tiempos, han proliferado distintos modos de extorsión al cliente, desde el secuestro express hasta la amenaza policial con un condón usado con una menor como prueba de cargo.
«Les di 500 reales, todo lo que llevaba encima. Desaparecieron del bar con la menor que me tendió la trampa, supongo que para repartírselo». Francisco, un prestigioso abogado barcelonés de 45 años de edad, no tardó más de unas horas en convertirse en una más de las muchas víctimas del truco del preservativo y la menor. Su miedo, la policía. ¿Quién le pidió el dinero a cambio de silenciar que se había acostado con una menor? ¿Quiénes eran ellos? Por supuesto, nadie llevaba uniforme. Ni mucho menos es el único español extorsionado. Cada vez son más los que terminan oyendo la frase lapidaria que les hace ver que han caído:
-Paga lo que te pido o atente a las consecuencias. Soy menor, no sé si te has dado cuenta, y este condón con tu semen y mi ADN [suelen amenazar mientras anudan la goma y se la guardan en el escote] te puede salir muy caro...
El abogado recién llegado, tras instalarse en su hotel, salió a tomar una copa. Afectado por el jet lag, dice, prefirió entrar en el bar más cercano. En la puerta, fue abordado por una joven. Era sensual, atractiva y cariñosa. La invitó a tomar una copa con él. Resultó ser una prostituta de 16 años.
Diego, Andrés y Gabriel pueden dar cuenta de todo el entramado de estas redes de extorsión. «Fuimos demasiado pardillos», reconocen. Se dejaron acompañar por las cinco nínfulas en dos taxis hasta el Happy Motel, que estaba vacío. En recepción les retuvieron los pasaportes, y ellos aceptaron como si se tratara de la mesa de registro del Hilton. Los taxistas subieron con ellos y se instalaron de porteros frente a la puerta de las dos habitaciones. «Nos dividieron, no nos dejaron hablar entre nosotros». Andrés y Gabriel en uno de los cuartos con tres presuntas chicas, y Diego con otras dos (lo supo luego) travelas. Tras la sesión de sexo oral Quentin Tarantino empezó a escribir su película apócrifa: «Pasaron de gatitas a panteras y se pusieron como fieras» cuando ellos se quedaron sorprendidos por cómo había subido el precio. Pedían 1.500 reales (casi 600 euros) por las tres felaciones. Amagaron (ellas) con llamar a la policía. Ellos llevaban 600 reales nada más, suficiente para pagar a cada una el precio estándar de 150 euros. Diego propuso un trato: canjear su pasaporte en la puerta del hotel por más dinero. Querían arreglarlo, soltar la pasta y olvidar el affaire cuanto antes. Subieron los ocho en los dos taxis conchabados. Rumbo al hotel. Allí se produjo el intercambio: más dinero a cambio del pasaporte y los condones cargados de pruebas de pederastia. Así terminó la primera noche en Natal de estos tres españoles en busca de carne fácil.
Cada semana, parte un vuelo directo desde España a Natal. Hay cuatro meses al año, además, en que los vuelos se duplican. En total, 21.000 pasajeros nacionales, y con frecuencia personas ávidas de sexo fácil, exótico y barato... que a lo mejor se llevan una sorpresa. Y no se van a atrever a denunciarla porque es muy difícil escribir algo como esto: «Me acosté con una niña de 15 años y me timó».
Apenas tres españoles han denunciado casos de extorsión a manos de prostitutas en los últimos meses. El cónsul honorario de España en Natal, Alvaro Darpón, sostiene que «es vergonzoso y triste que haya turistas que lleguen exclusivamente para andar con menores. Aunque es cierto que algunas chicas falsifican fácilmente su carné de identidad, el ciudadano con sentido común detecta fácilmente quién tiene 15 ó 16 años». Darpón, que lleva 13 años en Brasil, considera que las prostitutas «pueden engañar y meter en un lío a turistas españoles que llevan tres copas encima o a los que llegan despistados, pero no es lo habitual». El cónsul concluye que la prostitución es la vida fácil que eligen muchas brasileñas.
Ovidio Gallego, de 44 años, es uno de los cientos de españoles afincados en Nadal que lleva una vida más brasileña: «Me levanto cuando me despierto, y me acuesto cuando tengo sueño», sonríe. Ovidio y su compañera Silvia se cansaron del ritmo de vida europeo y desde hace unos años se dedican a invertir en inmuebles y administrar propiedades en Brasil. «Pero sólo de nuestros amigos españoles», matizan. Conviven con la prostitución como fenómeno social diario: «Es un mero intercambio: hacen sexualmente felices a los turistas a cambio de una cantidad pequeña». Según explica Ovidio, Natal es un paraíso sexual debido a que «la demanda del turista ha conseguido que las chicas del lugar y las que van llegando se planteen la vida como pasárselo bien con una rentabilidad alta». De esta manera, pueden acceder a cosas como un teléfono móvil, una tarjeta de crédito o un tatuaje. «Lo peor es que entre estas auténticas profesionales del sexo se introduce toda clase de personajes dispuestos a sacar tajada: entre ellos peligrosos travestis, sin escrúpulos y con bastante más carácter en el momento de extorsionar». Peligrosos travestis sin escrúpulos... de 16 años. ¿Quién pone los escrúpulos?